6TO FILOSOFIA
PLAN DE CONTINGENCIA
REALIZAR LA ACTIVIDAD Y ENTREGARLA EN CUALQUIER FORMATO LA PRIMERA CLASE
LUEGO DE LA CUARENTENA.
¿Qué es filosofía?
Urgencia y
presencia de la filosofía*
Dice el
pensador y ensayista español que ninguna educación puede soslayar a la
filosofía, pues esta disciplina concierne a la actividad central de los seres
humanos y busca dar respuesta a interrogantes trascendentales.
Desde hace
varios meses, con motivo de amenazadoras reformas en los planes de
bachillerato, se habla en España de filosofía. Es un poco triste que la
filosofía sólo logre ser noticia como asignatura, pero buena será esta ocasión
para plantearnos unas cuantas cosas acerca de esta vieja destreza intelectual.
La cuestión de cómo ha de enseñarse la filosofía no creo que pueda separarse de
algo previo: qué es para nosotros la filosofía y para qué consideramos que debe
figurar de algún modo en los planes de estudio de todos los adolescentes, tanto
los que van a estudiar letras como los que se preparan para abordar carreras
científicas.
Porque es
evidente que hay por lo menos dos modos de acercarnos a una disciplina que
tiene una larga tradición y que también se sigue practicando en nuestros días.
Tomemos por ejemplo, el caso del arte. Si queremos que se inicia a los
bachilleres en este tema, podremos incluir una asignatura de historia del arte
en sus asignaturas, en la que se estudien los grandes maestros del pasado, sus
obras más notables y la sucesión de los estilos hasta el presente. Pero también
podríamos optar por darles una formación elemental aunque sustantiva en alguna
de las artes (pintura, música, cine…) que les permitiera comenzar a
desarrollarse talento artístico. Por lo general se prefiere la primera de estas
soluciones, dejando el segundo tipo de formación como algo optativo y
complementario, entendiendo que toda persona culta debe conocer la tradición
artística, pero no todo el mundo ha nacido para pintor o para músico.
Pues bien,
en el terreno filosófico también se nos presentan estas dos opciones. Con la
importante diferencia de que uno puede comprender la historia de la pintura o
de la arquitectura sin practicarlas, pero no se puede entender el sentido de la
tradición filosófica sin practicar al mismo tiempo un poco la tarea de
filosofar. Y otra diferencia: como el tema de la filosofía es el arte de pensar
y es el pensamiento racional lo que los humanos tenemos en común, nadie puede
declararse radicalmente exento de vocación filosófica. Las artes plásticas son
manifestaciones insoslayables de la creatividad humana, pero cabe disfrutarlas
como simple espectador.
La
filosofía se refiere a la parte central de los humanos en cuanto tales y por
tanto ninguna educación puede soslayarla, ni siquiera enseñarla como una tarea
emprendida por otros y que puede ser admirada sin participación activa del
educando. La historia de la filosofía es ya filosofía, actividad filosófica, o
resulta imprescindible; pero la filosofía no puede provenir de la mera historia
sino que tiene que convertirse en biografía de quien se acerca
a ella, so pena de reducirse a pedantería ociosa y artificiosa, es decir,
repertorio de venerables tecnicismos. Es por cierto tal pedantería la culpable
en buena medida del relegamiento actual de la asignatura filosófica en los
planes de estudio… Intentemos ahora con toda ingenuidad esbozar las urgencias
biográficas que hacen imprescindible la presencia histórica de la filosofía en
la enseñanza.
Hace tiempo,
en el coloquio tras la charla que acababa de pronunciar una muy inteligente
antropóloga argentina amiga mía, un oyente juvenil exclamó estrepitosamente:
“¡pero no me negará usted que esta vida es un asco!” Y mi amiga repuso sin
inmutarse: “¿comparada con qué?”. Esa pregunta, utilizada como respuesta, me
parece un estupendo ejemplo de manifestación filosófica. Para empezar, tiene un
benéfico efecto curativo: sirve para librarnos de un tópico fantasmal, de un
falso dogma acongojante, de un brindis a la sombra depresivo y quizá mañana
represivo. Pero, además plantea una inquietud muy legítima, un problema que no
parece tener ninguna utilidad inmediata, pero que, sin embargo, está lleno de
sentido, un interrogante que no se resuelve con una simple contestación sino
que se remite a otras muchas cuestiones: ¿podemos juzgar si la vida vale o no
la pena? ¿Tiene la vida tuya y mía un valor determinado o todos los valores los
determina la vida? ¿Hay formas de vivir mejores o peores? ¿Por qué? ¿Nos
preocupa lo que la vida es, lo que podría ser o lo que debería ser? ¿Qué podría
ser la vida y aún no es o ya no es? ¿Qué significa decir que la vida no es lo
que debería ser? Etcétera, etcétera…
Al
conjunto de preguntas como éstas o, aún mejor, al afán de preguntar cosas así
es a lo que llamamos filosofía. Son preguntas enormes, radicales,
absolutas, como las que planteen los niños antes de que los domestiquen en el
colegio a las de los borrachos a las cuatro de la madrugada. Son preguntas
imposibles, como las que se hace uno en el entierro de un ser querido o las que
susurran los enamorados, mirándose a los ojos: “¿me quieres?”. Las grandes
preguntas son de la vida y de la muerte, los interrogantes de la violencia y
del amor. A lo largo de los siglos los filósofos han vuelto a plantearlas una y
otra vez, ofreciendo cada uno sus respuestas peculiares y contradiciéndose unos
a otros. Ante el desbarajuste de tanto diversidad, algunos pueden pensar que la
filosofía es un galimatías del que no hay forma de sacar nada en limpio.
¿Se saca
algo en limpio de la filosofía? Pues sí, al menos algo muy importante: las
preguntas mismas. Los filósofos se contradicen en las respuestas, pero se
confirman unos a los otros en las preguntas. En filosofía las preguntas varían
y se enredan unas con otras, pero las preguntas vuelven una y otra vez, quizás
planteadas en un modo algo más rico o sutil. Son las preguntas de nuestra vida,
el catálogo esencial de nuestros “¿por qué?”. En el centro, las que las
condensa todas, las que nadie humano –es decir consciente y racional- puede
dejar de hacerse: “¿qué significa todo esto (la vida, la muerte, lo que nos
pasa, los demás, las cosas, el tiempo, el miedo, el gozo, la pena…)?”.
Pero,
¿para qué sirve hacer unas preguntas a las que nadie por lo visto logra dar
respuesta (que por cierto también es filosófica)? Se le pueden dar como réplica
nuevas preguntas: ¿por qué todo debe servir para algo? ¿Tenemos que servir para
algo cada uno de nosotros, es decir, es obligatorio que seamos siervos o
criados de algo o de alguien? ¿Acaso somos empleados de nosotros mismos? A lo
mejor hacerse las grandes preguntas sirve precisamente para eso: para demostrar
que no siempre estamos de servicio, que también alguna vez podemos pensar como
si fuésemos amos y señores.
Fernando
Savater
*Artículo publicado en LA NACIÓN,
Buenos Aires, domingo 29 de octubre de 1995
CUESTIONARIO:
1) Explicar con tus palabras que es filosofía.
2) ¿Que entiende Fernando Savater por filosofía?
3) ¿Porque las preguntas son importantes en filosofía?
4) Escribe cinco preguntas filosóficas.
5) Buscar y explicar las disciplinas filosóficas "ética", "gnoseología", "estética" y "filosofía política".
2) ¿Que entiende Fernando Savater por filosofía?
3) ¿Porque las preguntas son importantes en filosofía?
4) Escribe cinco preguntas filosóficas.
5) Buscar y explicar las disciplinas filosóficas "ética", "gnoseología", "estética" y "filosofía política".